Ahí te queda el muerto (Reseña)

Ahí te queda el muerto (Reseña)

RESEÑA

Luis A. Bañeres: Ahí te queda el muerto, Guante Blanco, Almería, 2021, 46 págs.

 

¿Quién no querría leer las aventuras de los señores Malaxetxebarria y Totorikaguena? Ostentando esos apellidos, sería un crimen de lesa literatura que no les pasasen peripecias graciosísimas.

Totori…, bueno, este personaje tiene a bien morirse y Malaxe…, el otro personaje, se ve obligado por los fueros de la amistad a repatriar su finado y ereccionado cadáver a través de esos lugares tan simpáticos que se llaman aduanas y esquivando a los cuerpos de seguridad del Estado, constituidos por esos individuos sonrientes, que están siempre de buen humor y dispuestos a facilitarle la vida a los que pasan ante ellos, como todo el mundo sabe.

Pero no es esto todo. Los personajes de esta logradísima comedia negra entran, salen, persiguen, huyen, se equivocan, se agitan y hacen otro montón innumerable de cosas con un único propósito: que el lector disfrute, lo cual, en este bajo mundo lleno de gentuza más que dispuesta a pegarte una puñalada por la espalda es algo muy, pero que muy de agradecer.

Unas palabrejas sobre la vascuidad (si es que así puede decirse) que destila este libro. El autor no reniega de su origen y emplea hábilmente el regionalismo para hacer buena literatura. Parodia muy satisfactoriamente el ethos vasco, dignificando los elementos sainetescos que pudiera incluir y creando en el lector una especial simpatía por unos señores a los que cabría definir como «muy peculiares». Todo ello, por supuesto, sin sacar los pies del buen gusto ni dejar de atinar con el tiesto. Esto tiene su mérito, en verdad, pues el costumbrismo está en peligro de rozar muchas veces el ridículo y hasta de provocar el desdén, riesgos del oficio que el autor ha sabido soslayar perfectamente. Así es que le damos un diez en mano izquierda, sutileza y buen hacer.

En cuanto al humor negro, lo celebramos en toda su extensión. Fue Leonardo da Vinci quien dijo: «A ser posible, hemos de reírnos hasta de los muertos». Si queremos ser buenos y compasivos, seámoslo con los vivos, con los que lo pueden agradecer y lo necesitan. Los muertos, tras dedicarles nuestro recuerdo respetuoso, se convierten en excelente material para comiquizar nuestras novelas o películas. El problemático transporte de un cadáver es siempre —y aquí también, por supuesto— materia hilarante de primer orden.

El estilo narrativo de la novela es muy ágil: corre que se las pela y se salta las vallas sin tirar ninguna. Con esto queremos decir que el libro se lee estupendamente, sin ningún tipo de atasco. Los diálogos se suceden ingeniosos y vertiginosos, ahuyentando al demonio de la soñolencia y manteniendo a raya al fantasma del aburrimiento. Muy por el contrario, su eficaz estilo casi te obliga a leer más deprisa para llegar antes a lo que viene después, tal es el interés que la historia te genera. Y esto no es nada malo: siempre puedes volver a leer el libro otro día más despacio para paladear todas sus virtudes (siempre y cuando el libro sea tuyo y no lo estés leyendo de pie y a hurtadillas en un rincón de una biblioteca pública).

Y otro elemento muy de agradecer: la sorpresa. ¿Quién fue el que afirmó que los ingenieros técnicos industriales no tenían sentido del humor? Quien lo dijo hizo un ridículo espantoso, pues Bañeres nos divierte sobremanera con su historia y convierte nuestras horas en más felices con el supremo don de la risa. Ya lo ha hecho otras veces, con varias novelas de intriga cómica o comicidad intrigante, que también así puede decirse. Así es que su gran calidad como escritor queda fuera de toda duda. Cómo será en su faceta de ingeniero, eso no lo sabemos y, por ende, ahí no podemos avalarle, pues igual diseña cosas que se rompen con facilidad.

Resumiendo, que tengo que ir acabando esta reseña porque me dicen que la cena se me enfría: un acertadísimo libro que hará las delicias de todos aquellos que tengan el buen gusto de comprarlo o robarlo. Tiene gracia a raudales, es muy original, el volumen está muy bien encuadernado y las hojas no se despegan, ni se transparentan, la tinta es de muy buena calidad y no huele mal, en fin: todo son ventajas. Recomiendo su lectura a todos aquellos lectores que sepan leer y que no hayan perdido la fe en la posibilidad de que existan talentos en nuestro ajetreado siglo XXI. Bañeres ha demostrado serlo.