Reseña de «Cuando vengas a Madrid, chulapa mía», de Lola Clavero

Reseña de «Cuando vengas a Madrid, chulapa mía», de Lola Clavero

Lola Clavero: Cuando vengas a Madrid, chulapa mía, M de Mujer, Sevilla, 2023, 168 págs.

 

Lola Clavero, que nunca deja de sorprendernos —a diferencia de muchos escritores premioplaneteados y nadalizados que no cesan de aburrirnos con sus tramas repetitivas y sus estilos intercambiables —, ha inventado un nuevo género, como si dijéramos: el costumbrismo fantástico, lo que puede parecer un tremendo oxímoron, pero que tiene toda su lógica, como paso a explicar.

El tipismo literario convencional o se ha inclinado hacia la sátira, como en el caso de nuestro Larra, «Pobrecito hablador», o se ha mantenido en la mera descripción, como hacía Mesonero Romanos, sin pedirle al escritor más que dotes de observación y un amplio vocabulario para contar todo lo que había que contar, lo que era más que suficiente durante el realismo decimonónico, cuando los lectores no exigían demasiado de un libro. ¿Cómo adaptar la descripción social a nuestros tiempos?

La autora lo ha hecho de manera nueva y sorprendente. No solo ha integrado el humor en sus textos (no creemos que esto haya sido deliberado: es que no puede evitarlo, porque la visión cómica de la vida la tiene inserta «de fábrica»), sino que se ha aventurado a mezclar la más desmesurada fantasía con la relación de tipos y ambientes que nos hace en su libro. Cuando leemos la dedicatoria que encabeza el libro —«A mi padre, que siempre me acompaña»— no sospechamos qué alto grado de literalidad esconde esta frase. Porque sí, en efecto: el fantasma de su padre, renacido de unas pocas cenizas, acompaña a Lola en su aventura madrileña y sirve de genial y simpático contrapunto a esa realidad mucho más triste de lo que ella se imaginaba cuando se vino a la corte a conquistarla con sus excelentes escritos y su tremenda personalidad. (Y ¿quién dice que no lo está haciendo?).

Bien: pues es ella misma la que lo afirma, porque su libro está planteado como la relación de un gran chasco. Como nos cuenta, llega a Madrid cargada de ilusiones y de falsas nociones sobre su vida artística, se extasía ante las placas callejeras que cuentan que en tal finca vivió un tiempo algún plumífero de fama, se toma cervezas en los cafés donde tuvieron lugar proverbiales tertulias e intenta meterse de lleno en esa bohemia romántica, en ese mar turbulento que ha hecho naufragar a tantos. Su historia en Madrid nos recuerda (aunque con el planteamiento del humor) los desengaños del Luciano de Rubempré de Las ilusiones perdidas balzaquianas, cuando se enfrenta con la cruda realidad de la sordidez y mezquindad de la vida cultural parisina.

El libro no tiene desperdicio: se lee sin dejarlo y nos permite disfrutar con sus aventuras más eróticas que literarias en el café Gijón (lugar de mesas apretadas y precios desorbitados debidos a un prestigio ya caduco), con su precisa y corrosiva descripción de los pijos del barrio de Salamanca que no osan poner un pie en el contiguo barrio de la Guindalera por ser este la «habitación de los criados» de sus viviendas, con su sarcástica visión del reciente confinamiento que ha puesto en peligro tantos matrimonios que descubrieron esos días que no se soportaban, con su graciosa relación de la vida de las modernas monjas feministas y con tantas otras cosas siempre de interés. En el libro de Lola Clavero se habla de mil temas ciudadanos y de nuestro momento actual: alquileres, chinos, influencers, trenes, cadáveres, vestidos, libros, cachopos, alcaldes, bocadillos de calamares y muchas otras cosas que van desde las prosaicas calles hasta el poético Limbo. Como digo, realidad y fantasía, todo lo posible y lo imposible en este zoo urbano aparece aquí mezclado de manera admirable.

La obra está estructurada en capítulos independientes, pese al hilo conductor. Sus temas se alternan con habilidad y al empezar a leer cada uno de ellos nos sorprende la novedad de su planteamiento, como si comenzáramos un libro mejor que el anterior, pues hay una bien medida gradación en el interés que se suscita. En cuanto a la calidad de la lengua, no hay que decir nada aquí: sus obras anteriores avalan de sobra a la escritora.

Lola Clavero no se ha convertido en la emperatriz de Lavapiés, como anuncia el chotis, porque sospechamos que pueda ser de temperamento más románticamente republicano que otra cosa, pero sí se ha ganado el respeto de los que apreciamos el humor y el talento en lo que valen, en un triste momento cultural en el que sufrimos la mercadotecnia de las grandes editoriales y un aluvión de best-sellers prefabricados totalmente previsibles. En medio de todo ello, su tremenda originalidad es verdaderamente refrescante y nos está haciendo mucha falta.