Historia cómica de España (Alberto de Frutos)

Historia cómica de España (Alberto de Frutos)

Hay muchas formas de contar la historia, y todas valen mientras sean serias. Enrique Gallud Jardiel (1958), nieto de Enrique Jardiel Poncela, lo es, porque ya sabemos que el humor es cosa seria. Este ensayo descabalga a los reyes de sus monturas y les da un garbeo por las calles, desmitifica a los héroes y a quienes pusieron negro sobre blanco sus hazañas y, con espontaneidad y no pocas agallas, va soltando unas cuantas verdades con las que resulta difícil no identificarse.

En ocasiones, se diría que Historia cómica de España (Verbum, 2016) está escrita con la mirada de un niño y la sensatez de un adulto: las irreverencias del primero se retocan con el rigor del segundo, hasta completar una obra que, en su brevedad, perfila una historia posible de este enigma llamado España, desde sus primeros pobladores hasta el neofelipismo (por el Borbón, no por el González).

¿Cuántas risas caben en las poco más de cien páginas –o metros cuadrados– de este libro? Gallud es una ametralladora de ingenio, la flor de un payaso que turba a quienes se arriman al ojal con un balazo de frescura y encanto. Perito en el juego de palabras y versado enciclopedista, nos enseña, por ejemplo, que la Transición fue el “proceso político mediante el cual treinta millones de franquistas se hicieron demócratas de la noche a la mañana” y que a los Reyes Católicos les cuadraría mejor el adjetivo “caóticos”.

ESPÍRITU CRÍTICO

Que nadie se ofenda con estas letras: si el humor no provoca un sarpullido en el alma, es que ha nacido muerto. Gallud, Doctor en Filología Hispánica, se desentiende de su título antes de entrar en nuestros hogares. Pasa de puntillas por el siglo XVIII –“tremendamente soso e insustancial”–, pero se atreve con la Guerra Civil, privilegiando en su narración “las estupideces de nuestros compatriotas” y sin ocuparse “del lado trágico de esa merienda de negros”. De Franco, dice que “veía comunistas hasta en la sopa Campbell” y a Felipe VI le asigna el mote de “guapetón”.

Una simpática y escogida cronología abre este viaje, y desde ese momento percibimos el tono y las intenciones. Enrique Gallud Jardiel es un hombre de otra época: alguien que sabe mucho pero descree de la marmórea sabiduría, un humorista audaz para el lector más inteligente.