Cuarto creciente (Reseña)

Cuarto creciente (Reseña)

Pilar de Vicente-Gella: Cuarto creciente; Andrómeda; Madrid; 1990; 85 págs. (Reseña)

 

Cuenta el mito pre-islámico que, durante la creación del universo, los ángeles del Creador se afanaban por llevar de un lado a otro, volando, los materiales necesarios para la construcción de este mundo. Pero desgraciadamente acaeció que el saco en que uno de ellos llevaba la arena se rompió en pleno vuelo y toda ella cayó sobre la Arabia Feliz, haciendo a su tierra estéril. Los habitantes de la península se quejaron a Dios quien, para compensarles, les dio dos regalos: el caballo –al que todo árabe ama por su belleza y la rapidez que le procura– y la poesía.

Y es esta poesía misma la que Pilar de Vicente-Gella escribe y nos presenta aquí. La literatura que integra el volumen de Cuarto creciente es digna de figurar en una antología de las letras arábigo-españolas. No sirve el defenderse hablando de influencias o intertextualidades; no se trata aquí de la eterna (aunque nunca bien apreciada) influencia árabe en nuestra literatura medieval, barroca, romántica o incluso de nuestros días; no cabe hablar de “cierto orientalismo”: este libro puede usarse de ejemplo de poesía árabe pura, pues eso es lo que es. No importa que se haya escrito en 1990 o que lo haya sido en lengua castellana no aljamiada. Es, repito, poesía de otro tiempo. Lo que le pueda unir a éste de hoy es elemento circunstancial.

La autora así lo reconoce y acepta y, en lugar de ofrecernos un libro poético sujeto a cierta influencia, se sitúa desde el epígrafe en una posición peculiar. Coloca a su “yo” de creadora fuera del proceso creativo, como si se limitase a ser una comentarista, una transcriptora de lo que oyó, de un diálogo “suspendido en las ramas de los árboles”. Este comentario metafórico (en contra, por otra parte, de la ortodoxia literaria árabe, que parangona al autor con el creador) es demostración, sin embargo, de que su intento era el de darnos la impresión de que su obra nos había llegado a través del tiempo, desde Al Andalus, sin verse afectada por lo escrito desde entonces. Este intento está plenamente logrado.

El libro está estructurado en una línea simétrica de pequeños poemas, en los que se intenta expresar el sentir en un único verso, a semejanza de los cánones árabes, que preconizaban la síntesis. Lo primero que llama la atención del lector es el abundante uso de arabismos (ajimez, rigel, zabila, alfaraz, alguara, arrequive, sarilla, madarsa, ataire, etc.) de gran raigambre en la tradición literaria española. También es de destacar el carácter extremadamente directo de las metáforas (“Tu piel mi manto.”), con un empleo casi exagerado de la elipsis verbal.

Temáticamente se nos habla del amor, del amor físico y sensual del tiempo, sin ningún punto de contacto con el concepto neoplatónico posterior, sino enteramente dentro del concepto medieval, erótico y directo. Este amor es un todo en sí mismo y las emociones que abarca –ansiedad, sufrimiento, goce– son las eternas. La unión carnal se ve como elemento de purificación de los instintos y algo enteramente positivo, por tanto. Como hallamos en el verso XI:

…y en tu vientre
perfumado con benjuí
hallo la fuente que lava mis culpas.

Es éste un libro que deberán conocer todos aquellos que, por diversas razones, no tuvieron ocasión de leer y apreciar a Ibn Ammar de Sevilla o a Ibn Hazm de Córdoba.