La India y el teatro español de humor

La India y el teatro español de humor

La actitud prosaica y un tanto cínica de las letras españolas finiseculares produjo un cambio de orientación e indujo a que se considerara a la India de una manera menos idealizada, pero bajo un prisma más original. Son las descripciones satíricas de los mahârâjâs (del sáns. mahâ = gran, y râjâ = rey), como tema idóneo para ser tratado en clave humorística en cuentos cortos y principalmente en la variedad literaria denominada “astracán”. Este es un popular subgénero teatral que puede definirse como un género cómico, violento, grotesco y fantástico, basado en la exageración de las situaciones y en el empleo exhaustivo del humor verbal. En él se trata de la fabulosa riqueza de los rajás y los maharajás, sirviendo perfectamente de base para la creación de situaciones altamente humorísticas al exagerar las consecuencias de lo que es posible conseguir con dinero. Suelen estas comedias ser obras de gran espectáculo, con abundancia de actos que justifiquen los viajes; muchas de ellas se concibieron y realizaron como libretos de zarzuela. Sus argumentos tienen entre sí bastantes puntos de semejanza. Suelen incluir personajes indios en España, la mayoría de ellos pertenecientes a una u otra familia real, con sus problemas de adaptación al entorno y de desconocimiento del castellano. Otra variedad habitual es que los protagonistas españoles viajan a Oriente, con lo que se invierte la situación anterior, siendo los europeos los que se sorprenden ante formas de vida desconocidas para ellos.

En estas comedias se utilizan tópicos sobre el país, difundidos por las novelas de aventuras, como la existencia de sociedades secretas y sectas de asesinos de la India (los famosos thugs o estranguladores). Tenemos como ejemplo la obra El colmillo de Buda, (1919) del popular comediógrafo Pedro Muñoz Seca (1881-1936), que trata precisamente de una sociedad secreta india cuyos miembros se desplazan a España para castigar a un inglés que les ha robado una reliquia: un diente que supuestamente perteneció al Buddha. Otros tópicos usuales son los tesoros ocultos en los sótanos de viejos palacios, el abundante número de esposas de algunos reyes, etc. Los indios quedan descritos como gente enamoradiza y sensual y muchos de los problemas que complican los argumentos se deben a esta faceta de su personalidad. Asistimos al fenómeno de la atracción de los opuestos, con historias vodevilescas de amor entre indios y españoles, en una especie de competición de amores y celos, para averiguar quiénes son  más pasionales o exagerados en sus afectos. Se mencionan incluso ciudades enteras de la India dedicadas al placer, como la ficticia Raijtuna, “cerca de Jaipur, donde se reúne ahora la gente más alegre del mundo” en la obra El rajá de Cochín de Pedro Muñoz Seca, escrita en colaboración con Pedro Pérez Fernández (1885-1956). Estas obras se encargan de satirizar a una monarquía ocupada en pasatiempos inútiles, totalmente desligada de las realidades políticas y sociales y como inmersa en una campana de cristal. El típico “rajá” se convierte en el prototipo del ocio y de la despreocupación orientales.

Un aspecto divertido en el que se hace hincapié en este tipo de teatro es el absoluto del poder de los monarcas, que supeditan todo a sus caprichos. La obra antes citada incluye una sátira de este poder total sobre los súbditos. Los ministros le indican a su rey, Chindiguara, que no hay manera de lograr lo que él desea, pero éste les dice que sí la hay:

MALABER.- Pero, ¿cómo va a ser eso?
CHINDIGUARA.- Pues de una manera sencillísima.
MALABER.- A ver, a ver…
JAVALPUC.- Sí, es curioso.
CHINDIGUARA.- ¿No tienen ustedes un gran talento y un gran apego a la vida? Pues si dentro de diez minutos no me dicen ustedes cómo voy a poder lograr todo lo que deseo, mandaré que les corten a   ustedes la cabeza.

Sin embargo, el tema más repetido es el de la fabulosa riqueza de estos reyes. Los ejemplos de esta hiperbólica riqueza son numerosos. En la zarzuela El niño judío, con libreto de Enrique García Alvarez (1873-1931) y Antonio Paso (1870-1958), los españoles confunden a los sirvientes con miembros de la familia real, tal es la suntuosidad de sus vestimentas:

JENARO.- (Haciendo una reverencia a Kazil) ¡Gran Jamar Jalea!
KAZIL.- (Señalando a Jamar Jalea) El rajá es éste.
JENARO.- (Aparte) Me he colao.

Además hay “secretarios” muy serviciales que hacen las delicias de los europeos a los que atienden, como en el siguiente ejemplo tomado de El colmillo de Buda:

EXQUISITO.- Anda, Martínez.
MARKUNTANKUNJINEZ.- Señor…
EXQUISITO.- Suéname. (Markuntankunjínez saca un pañuelo y le limpia las narices.) ¿Estás viendo? ¡Comodísimo! Enciéndeme un pitillo. (Markuntankunjínez lo hace.) No sé cómo he    podido vivir hasta ahora sin esclavos.

Para desplazarse se cuenta con elefantes (elefantes de alquiler, elefantes de punto, elefantes con taxímetro), de los que se poseen multitud como alarde de poderío, y que permiten a los dueños trasladarse con la pompa y el boato que a las cortes indias asocia la imaginación occidental.

El desconocimiento de muchas facetas de la realidad india llevó a los autores del astracán a incluir en sus comedias imprecisiones de todo género y concepciones erróneas sobre la India. Así encontramos referencias geográficas incorrectas como el “Niram”, “Hyderalad”, “Tripunthore”, “Seylán”, “Karaki”, etc.; se habla de los faquires, confundiendo sus prácticas yóguicas con el espiritismo; se describe la “danza del tigre” como un baile de mujeres semidesnudas, ataviadas con pieles de tigre y leopardo, que más recuerdan danzas africanas y, sobre todo, se ignora el respeto tradicional indio por las vacas. En El rajá de Cochín se nos indica que los indios gustan de los toros y de las corridas y en El asombro de Gracia, de Enrique García Alvarez y José de Lucio, el rajá llega hasta el extremo de contratar a un torero para que toree en su reino:

ALINAGAR.- “Asombro”, ya están preparados los seis búfalos que vas a lidiar esta tarde.
CASIMIRO.- ¿Pero, qué dise vosté de los búfalos?
ALINAGAR.- Que, como los toros no han llegado aún, he mandado encerrar seis hermosos búfalos que matarás esta tarde.
CASIMIRO.- Vosté delira.
ALINAGAR.- ¿Cómo? ¿Te niegas a matar los búfalos?
CASIMIRO.- Naturalmente. Yo soy torero, no bufalero.

Pasando al plano lingüístico hay que recalcar la importancia de los juegos de palabras en el astracán; más aquí, al transliterarse nombres indios que por sus peculiaridades poseen connotaciones cómicas que se explotan profusamente. En El colmillo de Buda:

VENANCIO.- Escucha, tú: ¿cómo se llama el esclavo? Porque, gachó, tiene un nombre que se me olvida de una vez pa otra.
EXQUISITO.- Mira, no sé si es Kinmarkintinig o Markuntankunjínez; pero, en fin, tú llámale Martínez, que acude.

En el intento de clasificar estos nombres hallamos algunos verosímiles, aunque mal transliterados (Samid, Siamar, Gotama); hay algunos de poblaciones adjudicados a personas (Vilaspur, Nagpur, Jabalpur), pero la mayor parte son pura invención, pero con evidente sabor indio (Dayna, Natana, Adriván, Mugundarupam), aunque no faltan los totalmente carentes de parecido etimológico (Chindiguara, Vilongo, Jamelik, Alakí, Mangor). Por último, existen los que recuerdan palabras españolas  (Kilovatia, Mangosta, Bufalí, Festonio). Se encuentran ejemplos de idioma ficticio en El colmillo de Buda:

KALAMOR.- ¿Sakyas-sugasta?
CULNER-VEY.- Sakyas nirván.
KALAMOR.- ¿Buda-lister?
CULNER-VEY.- Buda lister kaltor.

Lo más habitual es que los indios hablen convencionalmente en castellano y únicamente varíen las expresiones populares, insertando nombres de deidades o figuras religiosas en las frases españolas. Tenemos paráfrasis: “Con Buda me acuesto, con Buda me levanto”, parodiando la oración infantil; “Yo soy Emérita Gallego, pa servir a Buda y a la reunión”, a modo de saludo, y otras como “¡Válgame Buda!” o “¡Por Buda y su madre!”, expresiones evidentemente irrespetuosas, pero muy apreciadas por el público del tiempo.

Hay otras figuras retóricas de asiduo empleo, como era habitual en el género. Se puede mencionar la anfibología. De un personaje se dice que “ha visto las primeras luces en Bengala”, jugando con las dos acepciones de la palabra “Bengala” (1.- Luminaria, fuego de artificio; 2.- Región de la India oriental, con capital en Calcuta). Ejemplo similar es el del que afirma que ha estado antes en la India, pero no refiriéndose al país, sino a la famosa cafetería madrileña, ya desaparecida, y que estaba emplazada en la calle de la Montera.

El tema se presta también al empleo de antanaclasis, que consiste en la repetición de una palabra dándole un sentido diferente. Esta figura retórica puese ser en ocasiones de dudoso gusto, como el caso en el que se mencionan sucesivamente el nombre del dios Brahma, principio creador del panteón hindú, y el presente de indicativo del verbo bramar (El niño judío). También se emplea la homonimia, o sea, palabras de sentido distinto pero que suenan igual. Ejemplos serían los nombres de Malaber (“mal haber”, un personaje irritable y poco contentadizo), Alacomba (“a la comba”, epíteto usado para un rey muy frívolo, dedicado a juegos y a diversiones) y Jamar Jalea, que no precisa explicación. La paronomasia o empleo de dos palabras que sólo se diferencian en una letra o sílaba, resulta igualmente útil para la creación de humor. Se inventa el nombre de Dhero, el maharajá, para poder luego hablar del “maharajá Dhero” (majadero), en un gracioso juego fonético. Y en El rajá de Cochín, la reina se lamenta de las infidelidades de su esposo:

KILOVATIA.- Sí, me traiciona. No sé si con una extranjera o con una cochinda.

Como última figura a mencionar, común a todas las piezas, tenemos la derivación de palabras: diminutivos españoles como Vilonguito (de Vilongo) o Barchusito (de Barchú); pero más amplia es la gama de variaciones del femenino de “rajá”, que incluye la “rají”, la “rajada”, la “rajesa” y la “rajadesa”. La gran pluralidad de posibilidades lingüísticas y culturales de esta India humorística permite la acumulación de recursos retóricos, como en la siguiente cita, donde las figuras de palabra y de pensamiento se acumulan en graciosa mezcolanza:

CHINDIGUARA.- Por este servicio te haré de la Orden del Elefante Sagrado. Te daré el botón del Colmillo y la banda de las Trompas.