Historia estúpida de la literatura (José Ángel Agejas)

Historia estúpida de la literatura (José Ángel Agejas)

Decía el maestro Chesterton que si los ángeles volaban era porque se tomaban a sí mismos a la ligera. Este libro, la Historia estúpida de la literatura es uno de los mejores homenajes que se puede hacer a la buena literatura, porque le da la oportunidad de ser, en este sentido chestertoniano, «un poco angélica». Tomarse a sí misma a la ligera es un sano ejercicio para remontar el vuelo ágil, liberándose de los enredos y fangales en los que, desde luego, los muy-sesudos-sabios-y-expertos-críticos la han metido, supongamos que con la mejor de sus intenciones.

Enrique Gallud Jardiel, nieto de uno de los más grandes e ingeniosos literatos y humoristas de nuestras letras hispanas, nos ofrece en estas páginas la oportunidad de disfrutar, y mucho, leyendo muy buena literatura. Sólo desde un conocimiento serio y profundo de la literatura se puede someter a tan profunda y seria revisión a los grandes maestros de las letras, especialmente hispanas. La cortesía del experto que no es pedante nos permite a los legos en la materia disfrutar con sonetos, romances, haikus, hexámetros, ensayos y descripciones tan disparatadamente verídicos, tan literariamente falsos.

Y así nos adentramos en un ameno y jocundo recorrido por obras y autores, que nos permitirá rastrear, por ejemplo, las huellas y loas al ventilador en Gonzalo de Berceo, descubrir un «pirobolino fulaz» en la poetisa Floriana Roz, o comprender gracias a una atinada exégesis que el villancico Ya viene la vieja es profundamente zen. Lo del «pirobolino fulaz» he de reconocer que me ha dejado sin dormir varias noches y con la seria duda existencial de no saber cómo me ha sido posible vivir hasta hoy sin conocer la influencia del poeta Schöwantingen sobre Roz, y mucho más en concreto, el papel de sus afamados versos «escarchipines oclos gindurando/lucio del pro, metiscos leximando» en la configuración del final del soneto roziano: «chilando estrojas chulas del berucio». Tras una aportación así, el Ministerio de Educación debería revisar a fondo los programas de estudios de lengua y literatura antes de poner en marcha la LOMCE.

Dejemos la aburrida política y volvamos al apasionante recorrido por el libro. Hay páginas sencillamente magistrales. Muy recomendable también, por ejemplo, el descubrimiento en el Rastro madrileño de una arqueta que perteneció a don Ramón Menéndez Pidal, con legajos entre los que destacan fragmentos de la primera comedia del teatro español, del mismísimo copista del Poema del Mío Cid, titulada Los fueros de Jaca. Los versos descubiertos por el autor, como en seguida podrán comprobar por ustedes mismos,  nos desvelan un teatro medieval sumamente exquisito en fondo y forma:

Tras que ovo traduçido
el Pero Abat nueso Çid
e del xugo de la vyd
un vasso se ovo servido
dixo: «No es byen que dormido
passe el dya en una hamaca
e finque gordo, qual vaca.
Façeré cossa notoria
dando al papel otra estoria:
la de los fueros de Xaca»  (pág.  29).

 

Podría seguir reseñando artículos y ensayos, cuyo mayor timbre de gloria es que la muy seria y circunspecta señora ANECA nunca los incluirá entre los méritos puntuables para que el Estado te considere un gran-no-se-sabe-muy-bien-qué dentro del sistema de puntos, al que además, me temo, pronto la no menos agria doña Hacienda, le aplicará un nuevo impuesto (revisado al alza al día siguiente de su implantación; de nada, Montoro, esto es gratis).

Avanzamos así por páginas en las que encontramos el ensayo «El bacalao en la literatura medieval y renacentista», comprobando cómo echa por tierra, no sólo las recetas de Arguiñano, sino toda la labor de los cocinillas del Master Chef, a la vez que deja bien a las claras que los manjares patrios se preparaban mejor que nunca antes de la llegada de la patata a nuestras tierras. El Arcipreste de Hita, el Marqués de Santillana… y hasta en la Celestina, Las Moradas o el Quijote encontramos menciones al bacalao y sus delicias. Así:

CELESTINA .—¡Mala sarna te coma, Sempronio, hideputa, que del mercado viniste y el bacalao olvidaste! Pero luego de la olla no se te va la cabeza, que como en mozas no sea, otra cosa no piensas; como cuando eras chico, que, de haberte criado como madre, me acuerdo. Pues has de saber que, como decía mi abuela, la olla sin bacalao es como la doncella sin su menester, que ni ha sabor, ni de nada sirve; y a la doncella, la madre Celestina está y la compondrá, pero a la olla, ¿quien, por mi vida?» (págs. 43-44)

Por si aún queda algún lector por convencer de que tras zambullirse en estas páginas no volverá a sentir la tentación de ojear un libro de autoayuda, no nos resistimos a hacernos eco de una sección de primer orden por lo que se refiere a la autoridad crítica y literaria. Nos referimos a «Escritos recién encontrados», donde se recupera por vez primera para el público este soneto de Garcilaso de la Vega:

EL VATE SE LAMENTA POR NO CONSEGUIR
ECHARLE LA VISTA ENCIMA A SU DAMA
Borracho voy, de amor, por esos bares,
luchando con mi musa y tu recuerdo
del que nunca me olvido —pues me acuerdo—
y con el que hago juegos malabares.
Mis ojos ya, ni con binoculares
te pueden divisar, y así te pierdo
de vista, cual si fueran mi ojo izquierdo
y el otro, viendo, perpendiculares.
Sólo dos ojos para verte es poco,
que a más de un ojo puedes dar la muerte
como del cornezuelo un solo brote.
Y, pues por tu hermosura estoy tan loco,
ojos tener quisiera para verte,
en la frente, en un hombro, en el cogote (pág.  101)

O también la Oda a la matanza de Fray Luis, sainetes de Arniches, Episodios perdidos de Galdós, romances de Lorca… Críticas de la literatura universal. Enmiendas a Homero, matizaciones a Shakespeare, rechifla con Kafka…

En definitiva, esta Historia estúpida de la literatura es sorprendente. Seria. Y muy divertida. Pero que muy divertida. Todo un derroche de inventiva, de enorme erudición, volcado en un recorrido original y ameno por formas literarias y obras de la literatura española y universal, por ejercicios y divertimentos en los que se difumina la frontera entre la realidad y la ficción. Al fin y al cabo, la realidad literaria es ficticia, ¿no? Como decíamos al inicio de esta nota, los ángeles se pueden tomar a sí mismos a la ligera porque son unos tipos no sólo geniales, sino también muy comprometidos con lo suyo. Como lo divertido es lo contrario de lo aburrido, no de lo serio, para proponer una historia así de la literatura hay que ser un gran literato. Y me callo, que me parece que ya empiezo a pesar mucho.